el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 14 de octubre de 2011

14/ 10: EL SEÑOR SPARTACO


Il Signore Spartaco (que así se llamó esta historieta cuando se publicó por primera vez, en Italia, en 1983) marca un quiebre en la carrera del genial Lorenzo Mattotti. Es su primera historieta a color, es la primera con guión propio y la publica después de cuatro años de no producir historietas. O sea que acá Mattotti vuelve a empezar, se reinventa como autor de historietas y prueba un montón de cosas nuevas, que hasta entonces no había explorado.
Lo más llamativo es el guión. De trabajar con temáticas realistas, con bajada de línea y compromiso social, Mattotti pega el volantazo y nos cuenta una historia que es básicamente un sueño, un delirio, en la que la realidad tiene un ínfima injerencia. Spartaco sigue la lógica de un sueño: el protagonista agarra para un lado pero va para el otro, se mezclan recuerdos muy vívidos de su infancia y su juventud con cosas absolutamente limadas e inverosímiles, los paisajes se deforman, los personajes se metamorfosean y ese viaje en tren que Spartaco quiere emprender, nunca sucede fuera de su mente. En el medio se cuelan una especie de trama de espionaje, elementos místicos y hasta extraños personajes que comentan la “historia” desde afuera, como el coro en el teatro griego.
Para los que somos fans de los buenos guiones, este tiene gusto a poco. El único mínimamente coherente es el de las primeras 8 páginas, que Mattotti concibió como una historia corta, autoconclusiva, y a la que después continuó en un formato serial, ya sin demasiada brújula. Pero también habrá gente a la que no le calienta tanto la historia en sí. Si vos leés un poema, por ejemplo, no le pedís que te narre algo grosso. Preferís dejarte emocionar por cómo el poeta combina las palabras, los sonidos, el ritmo de los versos, las imágenes que evoca. Y Spartaco es un poco eso: poesía gráfica. Mattotti, al que siempre nos referimos como “el poeta del color”, acá hizo poesía en un sentido más amplio. En el sentido de dejar volar al personaje y a la trama, sin más rumbo que la búsqueda de la belleza estética. El cambio de la temática socio-política por la lírico-genital (dibujar lo que se le cantaban las bolas) es, sin dudas, una jugada de alto riesgo, pero el otro corte que pega Mattotti impacta mil veces más.
Porque de pronto llega el color. Mattotti se aferra a su clásica grilla de tres tiras de viñetas con no más de dos viñetas por tira y no se mueve de ahí. Necesita volcar toda su creatividad en otra área que es la del dibujo a color directo, en una época en la que no existía el photoshop. Con tinta negra, lápices y crayones, el genio italiano crea un estilo nuevo, un dibujo de formas juguetonas, volátiles, que nos llevan a pasear, de los pintores vanguardistas de principios del Siglo XX a la estética pop del Submarino Amarillo a la onda más dark de José Muñoz, todo con total naturalidad. El resultado es magia en estado puro, es un dibujo que ejerce una fascinación indescriptible, que se hace eco de lo bizarro de la historia, que se juega en angulaciones raras, en iluminaciones alucinantes, en climas de gran vuelo poético y gran expresividad.
O sea que, aunque la onda onírica y caprichosa del guión no te llegue a enganchar, en Spartaco te espera un trip visual absolutamente atrapante, una maravilla gráfica que te va a deleitar los ojos, te va a transtornar la mente y te va a dejar pensando en términos totalmente distintos la relación entre la historieta y las artes plásticas. Por suerte después vendrán obras en las que Lorenzo Mattotti combinará todo este despliegue fastuoso de formas y colores con argumentos sólidos y potentes, pero Il Signore Spartaco es importante para sus fans, porque es donde el ídolo pega esos saltos al vacío tan arriesgados. Si cuando escuchás nombrar a San Lorenzo pensás enseguida en el genio de Udine, no dejes de incluir a Spartaco en tus plegarias, ni en tu biblioteca.

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