el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 7 de noviembre de 2011

07/ 11: GIPSY Vol.3


Final para la primera saga de Gipsy, la que Thierry Smolderen y Enrico Marini realizaran en la primera mitad de los ´90 y yo, como buen salame, descubriera recién ahora.
Este tomo es bastante distinto a los otros dos, es una obra mucho más madura y más dark. Por ahí hay menos violencia que en las anteriores, pero es una violencia distinta, menos pochoclera y más sórdida, más dura. Como la diferencia entre Rambo y Full Metal Jacket, por trazar una analogía cinéfila. En general toda la trama es más heavy. Hay muchos menos chistes, hasta los garches tienen un tinte más sombrío, menos festivo. Mueren personajes que vos no creías que iban a morir (de modos sumamente crueles), y por supuesto, se resuelven las tramas pendientes, siempre con sacudones y volantazos de esos con los que Smolderen pobló los dos tomos anteriores. Acá, otra vez, personajes que parecían ser una cosa terminaron por ser otra totalmente distinta y lo más loco es cómo –de nuevo- ninguna de estas revelaciones shockeantes, que alteran todo el status quo de la gran trama que recorrió estos tres álbumes, resulta inverosímil o excesivamente traída de los pelos.
Quedó pendiente un sólo plot grosso, que es la villana detrás de los villanos menores, a los que Gipsy y sus amigos derrotan al final del tomo. Birgit Matten, la torta con rasgos de Brigitte Nielsen que en el tomo anterior practicaba full contact con su novia, por ahora sale impune. Si esperabas ver a Gipsy caerle encima y darle murra, tendrás que seguir esperando. La Hechicera también paga bastante barato sus fechorías y está claro que Smolderen la quiere preservar para futuras sagas porque la pensó con un potencial mayor que el desplegado en esta primera trilogía. O sea que hay bastante sembrado para una segunda saga, y de hecho la segunda saga existió y se publicó entre 1997 y 2002. Cuando la vea a un precio razonable, me la compro, porque la verdad es que este primer arco fue de menor a mayor y terminó muy, muy bien, en un final fuerte, dramático, de gran emotividad y a años luz de lo que podía intuir o sospechar uno, que tiene algunas historietas leídas.
Enrico Marini, por su parte, también crece a pasos agigantados y acá nos brinda su mejor trabajo en lo que va de la serie. Smolderen le habilita más secuencias mudas, supongo que porque ya confía plenamente en la capacidad narrativa del suizo. Marini responde con creces y nos brinda en cada una de esas escenas una cátedra de historieta. Su dibujo se aleja cada vez más del de Katsushiro Otomo e incorpora a la mezcla cositas de André Juillard (en la anatomía) y de Fernando De Felipe (en el color y en la forma de darle expresividad a algunos rostros). También tiene composiciones majestuosas (esa viñeta en la que Iván y Oblivia se retiran del palacio entre la multitud y los evacuados) y angulaciones extremas, arriesgadísimas, como esa en la que Tsagöi trepa por una pared, pero Marini enfoca desde la cima, en un contrapicado que lo muestra al héroe avanzando hacia la parte inferior de la viñeta, en atrevido contrapunto con una viñeta casi contigua, en la que la Hechicera trepa la misma pared, pero hacia arriba.
El color también acentúa la sensación crepuscular, de “se viene el final y muy probablemente termine todo para el orto”. En ese rubro los aciertos son muchísimos, pero me quedo con esas escenas en las que viene todo engamado para el lado del azul y de pronto irrumpe el rojo para subrayar el estallido de la violencia. Y la iluminación que crea Marini para las escenas en el palacio del zar, claro. Impresionante de punta a punta, lo del suizo.
Tomo a tomo, paso a paso, esta serie me ganó. Empecé en un “no está mal” y terminé en un “muy grosso”. Mérito de Smolderen y Marini que supieron ir más allá de la machaca grandilocuente, los chistes zarpados y las escenitas hot, para narrar una saga que con el correr de las páginas cobró dramatismo, espesor, fuerza y personalidad. Muy recomendable.

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