el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 17 de julio de 2012

17/ 07: EL NEGRO BLANCO Vol.8

Yo venía mal cebado con Spider Jerusalem y le termino metiendo los cuernos con otro periodista, con un poquito menos de onda... Nah, era una joda, mañana termino Transmetropolitan, lo juro.
Para este tomo de El Negro Blanco, Carlos Trillo y Ernesto García Seijas vuelven a la fórmula probada y aceptada por los seguidores de la tira. Cero innovación, todo dentro de los parámetros que ya sabemos que funcionan. El tomo arranca arriba, con un cuarto sueño, el de Marcucci, que cierra de alguna manera “la saga de los sueños” que vimos en el tomo anterior. Este sueño es el más flojo, está ahí sólo para recordarnos cuánto le cuesta al Negro decidirse entre Chispa (su ex) y Flopi (su actual). Pero es divertido, y le da a García Seijas la posibilidad de dibujar otras ambientaciones.
Las 34 páginas siguientes componen el tramo más flojo del tomo: se trata de la enésima situación confusa que alguien genera para que el Negro y Flopi se separen, con dos detalles mínimamente redimibles: el argumento se nutre muchísimo de la profesión de periodista del Negro (que acá termina por deschavar uno de esos sombríos mega-negociados tan típicos de la Argentina de Menem) y, aunque parezca mentira, el plan para separar a la pareja funciona: Flopi se va por tres meses a otro país y el Negro queda soltero.
¿Cómo suple Trillo la falta de Flopi? La clásica: con un nuevo personaje, en este caso el viejo y gastadísimo truco de una medio-hermana adolescente del Negro, a quien este jamás había oído nombrar y que se quedará a compartir departamento con el protagonista. La maniobra es burda pero el resultado no tanto: las 66 páginas que le quedan al tomo nos muestran a Morena Blanco como un verdadero hallazgo por parte de los autores, un personaje realmente bien pensado y con potencial de sobra para traer aires nuevos a la serie. Por supuesto, sin Flopi de por medio, Chispa recupera protagonismo y el que lo pierde es el periodismo. En todo este extenso tramo, la comedia romántica y de enredos desplaza por completo a la faceta periodística, a tal punto que, si en vez de en un diario el Negro laburara de repositor en un supermercado o de kinesiólogo en un hospital, sería todo exactamente igual.
Lo más importante es que, a pesar de ser fruto de una maniobra tan espuria como encajarle una hermana a un personaje que nunca tuvo hermanos, lo de Morena es meritorio y Trillo sale airoso del desafío de escribir (a los cuarenta y largos) a una chica de 17 que resulte más o menos creíble. El tomo termina con un nuevo sacudón al status quo: el regreso de Flopi, así que habrá que ver cómo se reacomodan las piezas en el próximo tomo.
El trabajo de García Seijas es absolutamente monumental. El ídolo se mata en cada fondo, en cada iluminación, cuida muchísimo los climas, las expresiones faciales, los detalles en la ropa, en el lenguaje corporal y hasta se da el lujo de jugar con algunas convenciones de ese otro lenguaje que maneja de taquito, que es el de la narrativa secuencial. Desde las chicas super-sensuales hasta los freaks más trastornados, todos los personajes de García Seijas (excepto Cococha, como ya señalamos la vez pasada) podrían existir en la realidad y de, de hecho, lo más probable es que existan y que este maestro del dibujo realista los haya convertido en criaturas de papel y tinta. Impresionante de verdad, sobre todo si pensamos que esto está dibujado de a tres o cuatro viñetas por día.
Humor y romance, erotismo (light) y costumbrismo (a full) y un dibujo inhumanamente bueno son las claves gracias a las cuales El Negro Blanco puede pelear un lugar entre las tiras realmente populares y gratamente recordables de la historieta argentina.

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