el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 8 de febrero de 2018

JUEVES EN EL HORNO

Muy cagado de calor, me siento a escribir las reseñas de un par de libritos que me bajé en estos dias pegajosos.
Arranco con Orochi: Blood una obra del maestro Kazuo Umezu, un par de años anterior a Aula a la Deriva, mucho más breve y (para mi gusto) mucho más satisfactoria. Acá también Umezu juega a ponerte nervioso, a crear un clima que amenaza con asfixiarte, pero pela armas más lícitas que en Aula a la Deriva. Tres personajes bien definidos (todas mujeres), un conflicto bien marcado, un misterio, un elemento sobrenatural y con eso estamos. No hace falta frotar la lámpara cada 30 páginas para hacer aparecer nuevas bizarreadas.
La trama va in crescendo todo el tiempo, y tiene un volantazo zarpado en el medio y un giro absolutamente imprevisto en el final. Como en los mejores mangas de misterio/ terror, casi todo sucede puertas adentro, en el seno de una familia casi normal. Es apenas uno de los trucos que emplea Umezu para lograr que uno sienta a la historia de Orochi muy cercana, muy real. Y claro, el otro recurso es el armado de las secuencias, pensado para atraparte y llevarte de punta a punta del libro sin que quieras parar un segundo a cuestionarte qué carajo está pasando o por qué.
En sus peores momentos, el dibujo de Umezu parece el de un clon defectuoso de Harold Gray o Chester Gould. Por suerte hay pocos de esos momentos, muchos menos que en Aula a la Deriva. Y las viñetas más hermosas son las que tienen ese toque etéreo, sofisticado, esos primeros planos en los que Umezu se hace amigo de Guido Crépax. Tampoco hay muchas de esas, pero el promedio es muy digno y –como dije ya varias veces- lo mejor que tiene el dibujo de Umezu es lo bien que se pone al servicio del relato. Sigo en la búsqueda de otras obras de este increíble mangaka, cuya influencia en la historia del seinen es infinita.
De este manga (probablemente de 1970) me vengo acá cerquita, a Uruguay, para descubrir historietas también de los ´70, pero de Williams Geninazzio, más conocido como Gezzio. Allá por el 07/09/14 lo vimos colaborar en una antología reciente, pero este libro nos propone ir más atrás, al período más prolífico y más exitoso de Gezzio, cuando se desempeñaba como autor integral en varias revistas.
Casi todo el libro está dedicado a rescatar las aventuras de Santos Cruz, un gaucho bueno, valiente y ficticio que cabalgó por la entonces Banda Oriental allá por 1811. Santos Cruz se diferencia de la gran masa de las historietas gauchescas que pulularon durante décadas en ambas orillas del Río de la Plata por dos motivos: 1) por momentos Gezzio sube mucho el nivel de los bloques de texto y nos regala una prosa exquisita, con cierto vuelo poético, casi digna del mejor Robin Wood. Y 2) lo más interesante de Santos Cruz: las aventuras están vinculadas de modo muy orgánico, muy natural con la historia real, con lo que efectivamente sucedía en 1811 en la Banda Oriental. Gezzio le saca un gran provecho a la gesta del caudillo Artigas y toda esa primera etapa de la lucha contra los realistas está muy bien reflejada en un tramo de la serie. Después hay peripecias menores, en las que Cruz lucha con matreros, forajidos y hasta con un yaguareté, como para rellenar con algo las entregas semanales.
El dibujo de Gezzio es bastante derivativo. La verdad que se esfuerza poco por despegarse de la línea de Carlos Roume o de Arturo Del Castillo, y a veces se nota demasiado. En el episodio del yaguareté, también me encontré con viñetas que me recordaron muchísimo al Tarzan de Burne Hogarth (si hace mucho leés este blog, te acordarás de lo mucho que padecí aquellas historias). Lo mejor que tiene para mostrar Gezzio es lo que se ve en las primeras páginas, cuando mete muchas viñetas por página y adopta la maravillosa técnica creada por Del Castillo para meterle texturas al fondo de las viñetas. Más adelante, cuando cambia el diseño de las páginas para mostrar menos viñetas de mayor tamaño, se notan más los afanos a Roume y la narrativa no levanta un mayor vuelo. Así que me quedo con los primeros tramos, donde se aprecia más la rotura de upite por parte del autor.
Y en las últimas 20 o 22 páginas del libro, tenemos breves historietas en las que Gezzio abandona el estilo académico-realista para probar suerte en un estilo humorístico… Y tiene suerte. Suerte de que nadie le haya hecho juicio por daños irreversibles en el cerebro o las retinas. No sólo las historias son malísimas: también el dibujo se ve sumamente precario, con choreos alevosos a Mauricio De Souza, a los dibujantes de la Anteojito… Espantoso, bah. Por suerte son pocas páginas, con pocas viñetas por página. De todos modos está bueno que, en un libro tributo a un autor emblemático del comic uruguayo, haya un muestrario amplio, con material de distintas épocas y distintos géneros.
Y hasta acá llegamos. Prometo volver pronto, con la reseña de la peli de Black Panther, que ya la vi y me gustó mucho.

1 comentario:

InfiniteSadness dijo...

Kazuo Umezu es amor del puro, del enfermo <3